La agrupación Mocedades hizo muy popular la canción “Amor de hombre” que en uno de sus apartes dice: “Ay, amor de hombre, que estás haciéndome llorar una vez más, sombra lunar que me hiela la piel al pasar, que se enreda en mis dedos, me abrasa en su brisa, me llena de miedo. Ay, amor de hombre, que estás llegando y ya te vas, una vez más…”.
Y es que le cuesta a la mujer entender, que aquel que cautivó con sus encantos, se puede un día perder. Porque el varón en cautiverio hasta se puede reproducir, pero sin abandonar la idea de poder huir. Si tan sólo ella conservara el encanto para retener, pudiera hasta dejarle la puerta abierta que él de su hembra no se querrá perder. Y para entender un poco la naturaleza viril he aquí un anuncio que el periódico no va a escribir:
“Se necesita una ladrona, una mujer que venga y me robe el corazón.
Una mujer que con la mirada me diga héroe en lugar de que no valgo nada.
Una mujer que no sólo me hable de labiales y flores, sino que también comente de jugadas y goles.
Una mujer que me escuche atenta y no sólo pregunte si conseguí lo de la renta.
Una mujer que no me compare con tipazos del mundo, sino que me vea como el galán de su mundo.
Una mujer que a mi sistema reproductivo le preste atención y sepa que cada tercer día estoy listo para la acción.
Una mujer que ante familiares y amigos jamás me desvalorice sino que como a un príncipe siempre me cotice.
Una mujer que me dé el sí y conmigo se case y haga de nuestro hogar su única base.
Una mujer que no arruine con indiferencias el lecho nupcial, sino que se entregue y disfrute el romance conyugal.
Una mujer con la que hijos pueda procrear sabiendo que será buena madre y no los va a descuidar.
Una mujer que se esfuerce por una linda casa mostrar y que no la adorne con celos y peleas porque la va a arruinar.
Una mujer que ahorre, cuide y la economía esté viendo, para así de los cobradores no estarse escondiendo.
Una mujer que no descuide ni su salud ni arreglo personal para que uno nunca se avergüence cuando la tenga que presentar.
Una mujer que sea mi cuidadora, mi ovejita, mi amiga, mi confidente, mi admiradora, la madre de mis hijos, mi novia y amante, que yo le prometo ante Dios que seré su varón fiel y constante.
Y que aunque esté grande y con mostachón, sólo suyo será mi corazón.
Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
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